Los mosquitos no solo son molestos zumbadores que perturban nuestras noches, sino que también son vectores de enfermedades graves como el dengue, el que que actualmente registra brotes en países de Sudámerica como Argentina, Brasil y Paraguay.
El dengue, infección vírica transmitida por el mosquito Aedes aegypti, ha sido, durante mucho tiempo, frecuente en regiones tropicales y subtropicales pero en los últimos años ha ido incluyendo regiones templadas debido al aumento de las temperaturas y a los cambios en los regímenes pluviométricos (lluvias) que favorecen la adaptación del mosquito.
La lucha contra estos insectos ha llevado a los científicos a explorar diversas estrategias, y una de las más innovadoras es el desarrollo de repelentes gustativos.
¿Qué son los repelentes gustativos?
Los repelentes gustativos son sustancias que se aplican sobre la piel o la ropa y que tienen un sabor desagradable para los mosquitos.
A diferencia de los repelentes olfativos, que actúan a distancia, los gustativos requieren que el mosquito entre en contacto con la sustancia para ser repelido.
La investigación en repelentes gustativos ha cobrado impulso en la última década. Científicos de todo el mundo han estado estudiando cómo los mosquitos utilizan su sentido del gusto para encontrar a sus víctimas y cómo podemos usar ese conocimiento para alejarlos.
Un ejemplo notable es el trabajo conjunto de investigadores de la Universidad de Buenos Aires y el Conicet, quienes, en colaboración con colegas franceses, han identificado compuestos naturales que son particularmente repulsivos para los mosquitos.
Estos compuestos incluyen la quinina y la cafeína, que se encuentran en algunas plantas y son conocidos por su amargor.
Este estudio, dirigido por Romina Barrozo, se realiza en el Laboratorio de Neuroetología de Insectos (LNI) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y se basa en la investigación de compuestos de origen natural, que a diferencia de los repelentes sintéticos que contienen DEET e icaridina, actúan sobre el sistema gustativo del mosquito con mayor efectividad y duración.
“Nosotros buscamos moléculas con acción repelente de origen natural, que no impacten sobre el medio ambiente, ni sobre la salud de las personas, de bajo costo y que puedan ser implementadas en la lucha contra los insectos vectores de enfermedades” afirma Romina Barrozo.
¿Cómo nos detectan los mosquitos?
Los mosquitos detectan a sus presas principalmente mediante los siguientes mecanismos:
1. Dióxido de carbono (CO2): Los mosquitos son atraídos por el dióxido de carbono que exhalan los seres humanos y otros animales. El CO2 es un indicador de la presencia de posibles presas y los mosquitos lo utilizan para localizarlas.
2. Olor corporal: Los mosquitos también pueden ser atraídos por los olores corporales de las personas, que incluyen compuestos químicos como ácidos grasos, ácido láctico, amoníaco y otros productos metabólicos liberados por la piel y el sudor.
3. Calor: Los mosquitos son sensibles al calor emitido por los cuerpos de las personas y otros animales. Pueden detectar diferencias sutiles de temperatura para localizar áreas donde hay actividad metabólica, lo que indica la presencia de una posible presa.
4. Humedad: La humedad también puede ser un factor de atracción para los mosquitos, ya que suelen preferir ambientes húmedos para evitar la deshidratación.
Una vez que los mosquitos detectan a una posible presa utilizando estos mecanismos, utilizan sus órganos sensoriales, como las antenas, para acercarse y evaluar más de cerca la fuente potencial de alimento.
Es en este punto donde podrían percibir compuestos químicos que podrían interpretarse como sabores desagradables o aversivos, lo que los lleva a evitar ciertas personas o animales tratados con repelentes gustativos.
Aunque los mosquitos no tienen un sentido del gusto en el sentido tradicional, utilizan una combinación de mecanismos sensoriales para detectar y evaluar el entorno incluidos los posibles sabores de la piel y la sangre de sus presas a través de sus patas, sus antenas y su probóscide o trompa.
Los repelentes gustativos funcionan interfiriendo con los receptores gustativos de los mosquitos. Cuando un mosquito aterriza en la piel tratada, detecta el sabor amargo de la sustancia y se retira sin picar. Este mecanismo ofrece una doble ventaja: no solo evita la picadura, sino que también reduce la probabilidad de transmisión de enfermedades.
Con el título Mosquitoes do not like bitter (A los mosquitos no les gusta el amargo) el grupo de investigación dirigido por Barrozo acaba de publicar un paper en el Journal of Chemical Ecology.
Los repelentes gustativos tienen varias ventajas sobre los repelentes olfativos sintéticos tradicionales como el DEET. Por un lado, su efecto no depende de la volatilidad de la sustancia, lo que puede resultar en una protección más duradera.
Además, al ser compuestos de origen natural, presentan un perfil de seguridad potencialmente más favorable para los humanos y el medio ambiente.
Los repelentes gustativos representan un avance emocionante en nuestra batalla contra los mosquitos y las enfermedades que transmiten.
A medida que la investigación avanza, podemos esperar ver estos productos en los estantes, ofreciendo una alternativa más natural y posiblemente más segura a los repelentes sintéticos que dominan el mercado hoy en día.